Drogas, hipotecas y televisión.
Me acerque a uno, siquiera me miró. Caminaba encorvado, lentamente, con la cabeza casi sobre el pecho, dolorosamente. Desde la parte alta de la espalda se le extendía un trozo de campo. Como hiervas de aspecto musgoso. En la sien tenía un corte reciente, donde le habrían sembrado otra semilla.
Su visión era desagradable, a la vez que me encogía el corazón.
En la puerta principal del templo, interpelé al sacerdote. La planta, la trajo un dios, como regalo –me dijo-.
Su visión era desagradable, a la vez que me encogía el corazón.
En la puerta principal del templo, interpelé al sacerdote. La planta, la trajo un dios, como regalo –me dijo-.
En mis investigaciones, encontré que hacía un par de siglos, un caudillo las utilizaba para atormentar a sus condenados, pero los registros son pocos e incompletos. “Las plantas que enraizaban en la carne”, era la traducción literal del impronunciable nombre que les daba el sacerdote, me explico algo más, con sorprendente naturalidad ,sobre todo aquello.
Al principio, fue un castigo –reconoció-, se les plantaba una semilla en la espalda. Pocos se la arrancaban como quien arranca una mala hierva de la tierra. La mayoría la dejaban crecer mientras les duraba la felicidad. Después venían los dolores y la suplica de otra nueva semilla. Pero, eso fue hace mucho. De aquellos ya no quedan. Tenemos ejemplares magníficos, preciosos... –sonrió-.
No sé que leyó en mi rostro aquel hombre menudo, pero me dijo, abruptamente, con un golpe de voz, con un tono muy diferente al de su discurso de antes, como exculpándose:
-¡Ellos quieren!
Al principio, fue un castigo –reconoció-, se les plantaba una semilla en la espalda. Pocos se la arrancaban como quien arranca una mala hierva de la tierra. La mayoría la dejaban crecer mientras les duraba la felicidad. Después venían los dolores y la suplica de otra nueva semilla. Pero, eso fue hace mucho. De aquellos ya no quedan. Tenemos ejemplares magníficos, preciosos... –sonrió-.
No sé que leyó en mi rostro aquel hombre menudo, pero me dijo, abruptamente, con un golpe de voz, con un tono muy diferente al de su discurso de antes, como exculpándose:
-¡Ellos quieren!
Selah.
-Mira, te ofrezco un don aunque seas extranjero. Si no sabes donde ir, si no sabes que hacer, si quieres, puedo plantarte una.
Y acercó hacia sí una pequeña mesa, con un escalpelo y un frasco lleno de semillas, del que cogió un pellizco que masticó con satisfacción.
-Mira, te ofrezco un don aunque seas extranjero. Si no sabes donde ir, si no sabes que hacer, si quieres, puedo plantarte una.
Y acercó hacia sí una pequeña mesa, con un escalpelo y un frasco lleno de semillas, del que cogió un pellizco que masticó con satisfacción.
5 Comments:
¡Oh! La hipoteca como algo que te plantan en la cabeza y que arraiga en tu cuerpo, tomando posesión de él... ¡qué buena imagen! ¡qué fiel a la realidad!
Realmente, el texto, surgió de una imagen de pesadilla... literalmente. Y recuperé esa inquietud, dándole forma de algo parasitario –biológico, cognitivo, doctrinal...quien sabe-, y que encima es cultivado por algunos (hasta al parásito parasitan). Supongo que aproveché, en parte, la inspiración en las toxicomanías. El título encajó solo; ex pos facto. Pero, bueno... como los sueños, las pesadillas; pesadillas son...
En realidad ya se intuía que no pretendías hablar concretamente de la hipoteca, pero la asociación de ideas me ha parecido muy interesante :).
Especialmente estos días que he estado oyendo hablar de hipotecas a 90 años (bebés en el banco pidiendo ya un préstamo o bien deuda heredable por los hijos; va a ser lo segundo).
http://www.20minutos.es/noticia/799843/0/hipotecas/90/anos/
De todas formas, hay tantas cosas que nos plantan en las sienes... La televisión, como también señalas, es un potente cultivador de ideas. Para bien y para mal.
Quizá nos convierten en macetas sin nuestro consentimiento consciente, pero informados sí estamos (a estas alturas sabemos perfectamente cuál es el poder de la TV).
Una parte de cada uno de nosotros siempre va a ser una marioneta de nuestro tiempo, supongo que es inevitable.
Supongo que así existimos como grupo, el grupo como sociedad. Y cada individuo, pintado en distintos colores y con particulares ornamentaciones, un bonito macetero que se cree único.
Bueno, igual soy un poco exagerado... los geranios, tampoco están tan mal. XD
XD XD XD XD
Mejor ser geranio que cardo borriquero! ¡dónde va a parar! XD
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