Eternal flame.
Hay una bonita frase, quizás bella. Que desde que la oí quise poder pronunciar. Unas palabras de amor, una declaración en boca de un personaje sombrío: el Drácula de Coppola (no sé si el de Stoker), que ante la reencontrada imagen de su amada dice: “He cruzado océanos de tiempo para encontrarte”.
Tal como el director lo plantea, es una historia de amor; de un amor que lo trasciende todo. Una devoción incombustible e inquebrantable. Una dulce e irresistible luz que atraviesa los párpados. Un desafío al destino, al tiempo y, sobretodo. A la nada.
Pero, un hombre ha de ser necesariamente menos grandilocuente. Creo que tendré que buscarme otra frase. Una más humana (más de Van Helsing).
Un sencillo mortal, si un día descubre a su amada, como mucho podría declararle un torpe: “Hacía una eternidad que no nos veíamos”.
Pero, con un pulso no menos trascendente. Con el tono de las fuerzas que se encuentran una y otra vez, cada eternidad, antes de la cósmica explosión. Y que en cada nuevo renacer, no suenan como un estruendo, sino; como un beso.
Tal como el director lo plantea, es una historia de amor; de un amor que lo trasciende todo. Una devoción incombustible e inquebrantable. Una dulce e irresistible luz que atraviesa los párpados. Un desafío al destino, al tiempo y, sobretodo. A la nada.
Pero, un hombre ha de ser necesariamente menos grandilocuente. Creo que tendré que buscarme otra frase. Una más humana (más de Van Helsing).
Un sencillo mortal, si un día descubre a su amada, como mucho podría declararle un torpe: “Hacía una eternidad que no nos veíamos”.
Pero, con un pulso no menos trascendente. Con el tono de las fuerzas que se encuentran una y otra vez, cada eternidad, antes de la cósmica explosión. Y que en cada nuevo renacer, no suenan como un estruendo, sino; como un beso.
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