Colosos estúpidos
Cuentan que mascaba la grava del camino y fanfarroneaba diciendo que no eran más que garbanzos tostados y que en las mesas del casino (la cantina del pueblo), era capaz de arrancar pedazos del mármol con la mandíbula.
Cuenta mi abuelo que un día se apostó que era capaz de beberse una botella de aguardiente y comerse una docena de guindillas del tirón. Alguien se ofreció a pagarlo si lo cumplía. Y por supuesto que lo cumplió.
Al siguiente día no acudió a la mina. Algunos hombres, quizás los más allegados, se acercaron al "chozo" en donde vivía para interesarse por él. Y allí lo encontraron; muerto.
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